Posteriormente en el siglo IV aparece la liturgia colectiva a todos los mártires, lo cual motivó al papa Bonifacio IV a trasladar veinticuatro carretas de huesos de mártires al Panteón del paganismo.
Estos fueron los antecedentes que permitieron posteriormente, fijar el Día de Todos los Santos para celebrar la vida de penitencia y evangelización que realizaron personas que fueron reconocidas como santos y beatas por la iglesia católica.
Para hablar del origen del Día de Todos los Santos es necesario recurrir al papa Gregorio III que durante el año 731 a 741, consagró una capilla en la Basílica de San Pedro en honor de todos los Santos.
Fue en este contexto que se posibilitó que en un mismo día se celebren a todos los santos que iban siendo reconocidos y registrados en el martirologio romano.
Los pasos para la canonización de un santo
El acto de canonización suele ser por lo general presidido por el Papa, y es una de las ceremonias más importantes de la Iglesia Católica. El proceso de canonización inicia tras la muerte del Santo y normalmente el pedido atraviesa estas etapas:
- Postulación: Es el proceso por el cual se presenta y se da a conocer la intención de proponer a una persona como Santo. Este proceso requiere de datos biográficos y testimonios.
- Siervo de Dios: Iniciación del postulado dentro del proceso de beatificación y declaración como persona vinculada a la Iglesia Católica.
- Venerable: Equivale a persona digna de estima y de honorar. Asociado a una vida ejemplar y previo a la beatificación.
- Beatificación: Si se prueba la existencia de un milagro relacionado con el Venerable se procede a la Beatificación.
- Canonización: Si el Beato puede atribuirse un segundo (o más) milagros se procede a canonizarlo.