• Sociedad
  • “Ladran, Sancho, señal que cabalgamos”

    La incansable labor de José y Enrique Orellana en Famaillá ha forjado un legado de justicia social en Tucumán, defendiendo un Estado presente y dedicado al bienestar común.

    En el vasto paisaje de Tucumán, emerge una dupla cuyas acciones resuenan como un eco profundo en el corazón de cada ciudadano. Los mellizos José y Enrique Orellana, en su inquebrantable compromiso con la justicia social, han tejido un legado que va más allá de las fronteras del municipio de Famaillá, irradiando su influencia benéfica por toda la provincia.

    Desde la función pública, los Orellana han sido los custodios incansables de los valores que sostienen el tejido social. Su labor no se ha limitado a la mera administración; ellos han abrazado la causa del pueblo, resolviendo con diligencia los problemas cotidianos de sus vecinos. En un tiempo donde el Estado nacional parece retirarse de los espacios que antaño eran su fortaleza, los mellizos han encarnado la esencia de un Estado presente, un Estado que no solo escucha sino que actúa, y lo hace con una determinación casi heroica.

    Las obras que han impulsado no son solo estructuras físicas, sino monumentos vivos de un compromiso inquebrantable con el bienestar común. Desde la promoción del turismo de su "patria chica", hasta la acción social que ha dado esperanza a los más vulnerables, los Orellana han hecho de la solidaridad un arte. Sus iniciativas de capacitación y fomento a emprendedores no solo han proporcionado herramientas, sino que han empoderado a generaciones enteras, brindándoles las alas para volar hacia un futuro mejor.

    No es de extrañar, pues, que esta dedicación les haya granjeado tanto elogios como ataques. Pero como bien nos recuerda el poema de Goethe (mal atribuido a Cervantes): “Ladran, Sancho, señal que cabalgamos” . Los embates de la crítica no hacen sino confirmar la rectitud de su camino, un camino que, aunque espinoso, conduce a la realización de un sueño compartido por todos aquellos que anhelan un Tucumán más justo y próspero.

    Los hermanos Orellana son más que funcionarios; son faros que guían con su luz, incluso en las noches más oscuras. Su misión, que va más allá del simple cumplimiento del deber, es un acto de amor por su tierra y su gente. En un mundo que muchas veces parece desmoronarse bajo el peso del egoísmo y la indiferencia, ellos son un recordatorio de que la verdadera grandeza radica en servir al bien común. Su ejemplo ha inspirado a otros a no desfallecer, a seguir cabalgando, siempre hacia adelante, siempre hacia el horizonte donde aguarda un Tucumán mejor para todos.

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