Un 10 de octubre de 1867 nace en Tucumán, en Ciudacita (Chicligasta), Mercedes del Carmen Pacheco; Ciudacita, lugar perdido en la geografía tucumana y que nos recuerda, por su marginalidad geográfica y social, a aquella legendaria "Carreta Quemada " cordobesa , en donde nació el curita Brochero, ese sacerdote de alma buena que luchó para mejorar la vida de su querida gente deloOeste cordobés. En Tucumán también, una mujer llena de fuerza y de amor luchaba por mejorar la vida de los más frágiles y vulnerables.
A finales del siglo 19 y comienzos del 20, un gran analfabetismo reinaba en la población tucumana y el país se encontraba en proceso de organización. Una epidemia de cólera, ocurrida en 1886, había dejado incontables menores huérfanos, arrebatando la vida de un tercio de la población; las crónicas se refieren a "la niñez desamparada". Mientras la escena social abundaba en orfandades por esta epidemia que se había cobrado tantas vidas, la actividad corajuda y persistente de la Madre Mercedes logró forjar a partir del año 1895: un Asilo de niños y niñas sin hogares, escuelas de todos los niveles (incluido terciarios), catequesis para obreros, atención espiritual y cuidado de enfermos, talleres de artes y oficios, establecimientos asistenciales y educativos, guarderías maternas, cantinas maternales, escuelas profesionales y de manualidades, apostolado entre los indígenas.
Toda esta actividad estaba coronada por la gratuidad y la preferencia hacia los más débiles de la sociedad; cobró vida a lo largo del país y de países hermanos como Paraguay y Uruguay. De esta manera, estelas de bien y de justicia daban forma a una historia que comenzaba a bosquejarse. Sus obras fueron prosperando hasta lograr la fundación de la Congregación Misioneras Catequistas de Cristo Rey.
Mercedes Pacheco perteneció a una generación de mujeres tucumanas que fueron más allá de sus contextos epocales para modificar y potenciar la vida hacia formas de bien y de justicia. Si examinamos los andamios de la historia, junto con Elmina Paz de Gallo y Guillermina Leston de Guzmán, por citar a mujeres que fueron contemporáneas, diseñó y puso en práctica un sentido de justicia y de derecho, un afán de hacerse eco de las Bienaventuranzas evangélicas, que sacudió marañas sociales de desidia, implementando un proyecto de rescate y reivindicación de los excluidos; esta obstinación de ser andariego de las "periferias existenciales" fue atribuida en innumerables escritos al curita Brochero y podemos adjudicársela también a la Madre Mercedes. Como leemos en la Fratelli Tutti (Encíclica papal del 2020):" Entonces ya no digo que tengo prójimos a quienes debo ayudar, sino que me siento llamado a volverme yo un prójimo de los otros".
La Madre Mercedes, entretejió invisibles lazos de un amor hecho justicia, en cada rostro doliente. Su prédica de "hacer el bien sin ruido ", le permitió misionar desde un lugar en el que no buscó brillo ni luces para sí, solamente la plenitud de un resplandor que sirviese para abrigar a los demás.
Ella fue dibujando un nuevo rostro a la ciudad, a estas veredas y calles empedradas de un San Miguel de Tucumán que luego se convertiría en centro cultural del Norte Argentino, al inaugurarse aquí las primeras universidades de la región. La educación de las mujeres, como objetivo prioritario, comenzó a fermentar entre sus manos ; cientos de mujeres eran rezagadas de las aulas, excluidas de todo lo que significase pensamiento, ciencia, política, arte. En el Tucumán de Mercedes, una artista de la talla de Lola Mora era escrachada socialmente por usar pantalones y esculpir desnudos , las mujeres eran "convidadas de piedra" en las decisiones ciudadanas . En este contexto de descrédito y de anonimato, Mercedes fue ensayando pasos silenciosos pero persistentes y abriendo un camino sin retorno hacia la concreción de derechos que cristalizarían en la lucha femenina contemporánea de la que fue precursora, sin saberlo.
La convicción y la fuerza de su propósito no dejaba lugar para las cavilaciones. Sin vanagloria ni ruido a su marcha, con obstáculos que le tendieron, con emboscadas y adversidades, pudo prosperar en el silencio de un esfuerzo acompasado por la presencia de un Cristo que la sostenía en sus caídas. De esta forma, cuando las políticas educativas recién empezaban a incluir a las mujeres en las aulas, cuando la sociedad tucumana comenzaba a perfilar reformas poco audaces en cuanto a la inclusión, la Madre Mercedes desdibujó los resortes del analfabetismo, de la promiscuidad moral (asistiendo y capacitando a mujeres para librarlas del horror de la prostitución) y amparó a las infancias abandonadas.
En la fría tardecita del 30 de junio de 1943, en el humilde cuarto de una sencilla casa situada en Anchorena 1553, ciudad de Buenos Aires, moría esta gran mujer tucumana, "humildemente, silenciosamente como había vivido". No es arriesgada una referencia borgiana que nos puede iluminar sobre el espíritu de Mercedes del Carmen Pacheco, al cumplirse un nuevo aniversario de su fallecimiento:" Por el amor que nos deja ver a los otros como los ve la divinidad".
*Fragmentos del libro Apuntes de Mercedes
Fuente: El Tucumano